Los trapiches, como los de Palmitas, forman parte activa de la historia de la economía de Antioquia. Están o estuvieron ubicados en la zona rural del departamento, en ellos se puede apreciar el proceso de la caña de azúcar. En este corregimiento fueron motor del desarrollo para este territorio y sus habitantes y hacen parte de una tradición que movió a la arriería y la agricultura de la zona.

El proceso comienza en los cultivos de la caña de azúcar, en las extensiones de tierra donde estas columnas repletas de néctar se levantan. Allí, esa carga larga cosechada por manos campesinas se transporta a lomo de mula hasta el trapiche.

• Lea más: Vive el corregimiento de Altavista

Allí llega a la molienda donde se realiza la extracción de jugos, es el momento en que aparece el dulce y refrescante guarapo que se escurre después de pasar por el molino. El camino, que es casi como un ritual, continúa para darle paso a las humeantes calderas de las que comenzará a aparecer esa panela que se vuelve agua en los desayunos de millones de colombianos. Hacer este dulce insumo de la cocina aún es tarea artesanal en las montañas de Palmitas, con la usanza de los viejos que poblaron la región y transitando los caminos de los arrieros que escribieron las primeras líneas de esa historia.

• Lea más: Maloca: Un espacio sagrado para el ocio

Tal vez la creciente ciudad con sus edificios arrinconó esta práctica pero no la llevó al olvido. Aún sobreviven trapiches que mantienen viva la tradición y siguen siendo atractivo turístico y sustento de centenares de campesinos que siguen transformando la caña de azúcar en panela, melcocha, guarapo y muchos más derivados que surgen de esta planta. Ir a Palmitas es cruzarse con la dulzura de este oficio hecho delicia para el paladar y esto, más los paisajes y la cultura, es un motivo más que suficiente para enamorase de este tesoro que Medellín tiene escondido tras pasar el Túnel de Occidente.

Escrito por: Cristian Marín