Campesinos, flores, el viento, mantos esmeralda que cubren la montaña, sol a la cúspide que ilumina las praderas de la zona rural de Medellín. Que no se hable más. Es de conocer los bordes, de un lado a otro; saber dónde empieza a sembrarse el goce de nuestro territorio, porque son los corregimientos aquellos que pueden servir la pujanza en un plato pando, porque son ellos los que hacen gran parte de la ciudad que habitamos como hermanos. Vale la pena recibir ese grano de arena que nos brindan todos los días, porque sin ellos no somos más que una simple urbe, porque falta un poco de verde al lienzo a través de nuestras ventanas. Por eso son uno de los más importantes tesoros de nuestra
ciudad.

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Los cinco corregimientos componen un 71,8% de Medellín, lo que es una cifra significativa, y nos da una idea de un mundo a la merced de ser explorado, además de su importante labor dentro y fuera del núcleo urbano. San Cristóbal, por ejemplo, es una de las zonas con mayor labor hortícola en todo el territorio, destacando por sus cultivos de remolacha, perejil, cilantro, lechuga, espinaca, habichuela, orégano, entre otros. También es un gran productor de flores como el girasol, el áster, la azucena, aunque este puesto se lo lleva en primer lugar Santa Elena, cuyo oficio es comercializar flores de todo tipo, como el cartucho (o alcatraz) y la alstroemeria, mayoritariamente para el turismo en Medellín,
teniendo un auge durante la importantísima Feria de Flores cada año.

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Por otro lado, la economía de San Antonio de Prado se basa en la porcicultura y la piscicultura, además de contar con un montón de lugares naturales dedicados al ecoturismo. Otros corregimientos, como San Sebastián de Palmitas y Altavista, se dedican a los cultivos de la caña de azúcar, el café, el plátano y otra variedad de frutas. Esto demuestra el apoyo que merecen estos hermosos lugares, llenos de vida y color verde, y la importancia de su riqueza cultural en torno a la historia y desarrollo de Medellín.

*Escrito por: Andrés Ramírez Valencia