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La ruralidad en pandemia y sin conectividad

A cinco meses de cuarentena, las comunidades urbanas y rurales se han venido adaptando a los cambios que repentinamente han transformado sus vidas en el campo familiar, laboral, educativo, recreativo; nuestro barrio o vereda, nuestro municipio, nuestra nación, inclusive las grandes potencias mundiales, a pesar de sus avances tecnológicos, no estaban preparados para contrarrestar el avance intempestivo de un virus desconocido que viene causando muchas muertes en todo el planeta.

La preocupación de los gobiernos, y por ende de nuestras familias, se ha centrado en primer lugar, en cómo nos cuidamos del contagio mientras llega la vacuna, cómo garantizamos la atención de las personas afectadas y en tercer lugar, cómo logramos subsistir económicamente en medio de una ciudad confinada en sus hogares; la mejor manera de enfrentar esta crisis, nos la han dibujado muchas experiencias de comunidades que han resistido a  la contingencia con una buena dosis de disciplina y creatividad.   

Pero no solo bastan esas actitudes para armar esa barrera protectora de nuestras vidas y economía; es urgente que los gobiernos del orden local y nacional implementen estrategias para esta contingencia con equidad e igualdad de oportunidades, para que todos y todas nos salvemos de este naufragio, y no simplemente quienes siempre han disfrutado de mejores posibilidades en la escala del desarrollo económico y social.

Es así como en esta adaptación a los cambios, se han implementado una serie de estrategias en el campo productivo, laboral, educativo, y entretenimiento, que hemos llamado teletrabajo, educación virtual o a distancia, reuniones y conciertos virtuales, gastronomía a domicilio, donde el éxito en este nuevo ecosistema, radica principalmente en la tenencia y buen uso de buenas herramientas de información y comunicación.        

Pero por más que se promulgue a Medellín como la Ciudad más Innovadora, y siendo la primera ciudad de Hispanoamérica en unirse a la red de ciudades con Centro para la Cuarta de la Revolución Industrial, podemos evidenciar una brecha digital tanto en la población urbana como rural de Medellín al momento de abordar los retos de este nuevo paradigma de relacionamiento familiar, social y profesional.

El último eslabón en esa brecha digital es la ruralidad, con sus barrios y veredas más alejadas de los centros de conectividad, cuando en tiempos de pandemia, sus habitantes se ven afectados por deficientes y costosos sistemas de transporte, con dificultades para la comercialización de sus productos, sin óptimas posibilidades para la prevención, diagnóstico y tratamiento de problemas básicos de salud, y con estudiantes sin poder cumplir con normalidad sus jornadas académicas, hoy permeadas necesariamente por la virtualidad, cuando en las zonas más apartadas y de estratos bajos del país aún no se benefician de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, tan necesarias para el cambio, que se traduce hoy en desarrollo, bienestar y  salud para las comunidades.  

Autor: José Fernando Betancur

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